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HIJOS DE BABEL
dispersos por el mundo.
Hay una raza de pontífices, de maestros que tienden puentes entre países y abren ventanas, puertas, voces, vuelos a paisajes lejanos enseñando pronombres, verbos irregulares y adverbios de lugar.
Son magos que se sacan un mundo del sombrero con sólo pronunciar una palabra, humildes sacerdotes que enseñan a sus fieles a bautizar de nuevo el mundo, a recorrerlo en las alas de un verbo que hasta ayer no existía.
Son los embajadores mal pagados de sus países, reyes en exilio cuyo único poder es saber enseñar. Diáspora didáctica, héroes, jornaleros del subjuntivo, un día se marcharon de su lengua natal para enseñarla.
Misioneros sin más dios que un deseo: el que gentes remotas consigan conocerse y conversar. Y para conseguirlo pueden llegar incluso a pasar hambre. Yo a veces los he visto devorar diccionarios.
Saben que todos somos extranjeros y trabajan duro para que llegue un día en que nadie lo sea.
Nacieron en la Torre de Babel y saben que el amor le debe su existencia a la gramática.
3 comentarios:
A mí también me ha gustado. Un saludo.
Me ha gustado mucho este poema!!! Felicidades al poeta de mi parte. Minerva desde Nuakchot.
Un saludo muy cordial, Minerva.
No dudo que te haya gustado y tienes todos los motivos para sentirte identificada.
Corro a ver dónde está Nuakchot...
Un abrazo.
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