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domingo, 6 de abril de 2014

Héroes de verdad que han sobrevivido al acoso escolar

Conversando con mis amigos de FB, me preguntaba qué podemos hacer para ayudar a los niños y jóvenes que son víctimas del acoso escolar...
No es un tema fácil: Parece que tanto la sobreprotección familiar como la difilcultad para reconocer y denunciarla en nuestro entorno cercano son igual de negativas. Tampoco parece que los docentes estén capacitados para detectar esos casos e intervenir adecuadamente y a tiempo.

Pensaba y pienso que compartir las vivencias que hayamos podimos tener puede ayudar a los más pequeños a superarla. De entre las respuestas que he obtenido, hay quien se libró del acoso echándole valor y enfrentándose físicamente a la violencia, otros - con más ingenuidad que otra cosa- evitaron posibles tragedias simplemente con referirlo a los responsables del centro de estudio... Pero ni la violencia que se ejerce es solamente física ni hay siempre soluciones claras...
He recibido un testimonio que merece la pena ser compartido y que espero que anime a muchos otros a recordar esta etapa de su vida y  a contarla para que -al menos- se sepa que las víctimas de este enfermizo transtorno no están solas!!!
Quiero empezar diciendo que mi época de acoso escolar fue durante los últimos años de la educación básica (EGB) y mis primeros años de instituto (BUP). Eran finales de los 80 y principios de los 90, y en esa época no existían conceptos como el "bullying" o "acoso escolar". En esa época, y en la zona que vivía, este fenómeno se consideraba asunto de "abusa-enanos", "peleas de niños" o simplemente "meterse en líos".
También tengo que comentar, que en la actualidad, el grado de acoso escolar es mucho mayor y con una mayor difusión gracias a, o mejor dicho por culpa de, internet y las redes sociales. En mi época, la única difusión que había era a través del boca a boca con los otros alumnos, por lo que la presión que siente la víctima no era tan fuerte como en la actualidad. Personalmente, me da mucha pena como la sociedad se ha ido inhumanizando progresivamente, pero las lecciones de superación y supervivencia deberían seguir siendo válidas.

Yo siempre he sido una persona muy sensible, lloro con facilidad con muchas películas o situaciones de gran emoción. Esto ocasionaba que en la escuela muchos compañeros me pusieran etiquetas como "llorica", "marica", "nenaza" o cosas peores. Al haber nacido en agosto y por casualidades de la vida, era el niño más pequeño de mi curso, ya que todos los demás habían nacido en meses anteriores. También tengo problemas de vocalización, tengo dificultades con los sonidos de las R, las D y las N y mi imposibilidad de pronunciar correctamente las palabras ocasionaba que tuviera no sólo dificultades para comunicarme sino que además me convertía en foco de burlas por el resto de alumnos.

Cuando cursaba 3º de EGB (8 años), vino un nuevo alumno a clase. Este niño tenía grandes problemas de aprendizaje y comportamiento. Este niño ya había repetido 3 cursos en otras escuelas por sus problemas y debido a que la ley educativa establecía la educación obligatoria hasta los 16 años, los agentes sociales no tenían otra opción que hacerle pasar de curso cada año, ya que de lo contrario hubiese llegado a los 16 años sin ni siquiera pasar de 3r grado. Es decir, que el niño sólo tenía que estar en clase calentando asiento y cada año pasaba al siguiente nivel. Como este chico tenía 3 años más que el resto de alumnos y una mayor constitución física, se erigió rápidamente en el cabecilla de los abusones, o como me gusta llamarle, el macho alfa del grupo.
El macho alfa del grupo normalmente está rodeado de otros machos beta, que actúan en compañía del alfa, con la convicción de que mientras el alfa acose a un macho omega (la víctima) ellos estarán a salvo, por lo que también se convierten en acosadores por las circunstancias. También se da el caso de que otras víctimas pasan al rol de acosador por el mismo motivo, unos con afán de supervivencia (mientras le peguen a otro, no me pegan a mí) y otros por síndrome de Estocolmo (si me hago amigo de mi acosador, éste dejará de pegarme).

Yo siempre fui el macho omega de la clase, el eslabón más bajo de la escala social. No era la única víctima de acoso en clase, pero el resto de víctimas elevaban su autoestima acosándome como compensación. Yo en cambio no tenía a nadie más en la escala social para desahogarme.

Durante años el acoso era tanto físico como psicológico. No sabría decirte cuál era peor. El físico dolía, pero el psíquico no se borraba de la mente. Me insultaban, me pegaban, cogían mi ropa o mis pertenencias y las tiraban al contenedor de basura, se burlaban de mí, me rompían las cosas que me gustaban o que tenían algún significado para mí, me escupían, en definitiva, un sinfín de atropellos y vejaciones.
Una vez, en clase de educación física cogieron unas cuerdas con las que me ataron, y arrastraron mi cuerpo por el patio mientras me golpeaban. Denuncié este acto a la dirección de la escuela. El resultado, me castigaron a mí junto a mis acosadores por "organizar líos y meternos en peleas". La hora que pasé castigado junto a mis acosadores fue quizás peor que al abuso que sufrí en el patio. Mis acosadores no hicieron nada durante la hora de castigo, pero en mi interior sentía un gran temor por las represalias futuras que esa denuncia podría suponer.

En casa tampoco podía solicitar ayuda. Mi pobre padre, que en paz descanse, era de la generación de "los hombres no lloran" y de "si te pegan, devuélveles el golpe". Confesar en casa que era víctima de abusos era simplemente garantía de un largo sermón y consejos para no volverme a "meter en líos". ¿Cómo puede uno evitar meterse en líos cuando eres claramente la presa dentro de un grupo de depredadores? Eso me preguntaba yo, y no hallaba la respuesta en ningún sitio.

Al finalizar la EGB, fui al instituto. El cambio de centro educativo ocasionó que gran parte de los acosadores desaparecieran de mi vida y no volviera a verles, pero una pequeña parte también fueron al mismo instituto que yo. Estos acosadores se juntaron con otros machos alfas del lugar y el boca a boca hizo que mi reputación de víctima también fuese conocida en ese centro. Por suerte, los acosos ya no eran físicos sino que se centraron simplemente en burlas y vejaciones. Estuve en ese centro tres años, y posteriormente me cambié a otro instituto. En el nuevo centro, pude por fín empezar de cero y se acabaron las humillaciones. De vez en cuando alguien ridiculizaba mi forma de pronunciar, pero como la mayoría de compañeros ya eran más maduros, las gracias no eran apreciadas ni compartidas por el resto por lo que con el tiempo dejé atrás mi rol de víctima de acoso.

Seguramente te preguntarás qué hice para superar o sobrevivir durante casi 10 años de acoso. Al principio lo pasé muy mal, creía que el mundo era injusto y me preguntaba constantemente "¿Por qué yo?" o "¿Qué he hecho yo para merecerme esto?". Nunca hallé la respuesta. Tenía miedo de ir a clase o de relacionarme con los demás. Tenía pocos amigos por miedo a que éstos se volvieran contra mí algún día. Era muy reservado y durante mucho tiempo intentaba pasar desapercibido en clase. Cuándo un profesor me hacía una pregunta, hacía ver que no sabía la respuesta para evitar tener que hablar en público o salir a la pizarra y convertirme en objeto de mofa. Esta actitud repercutió mucho en mi expediente escolar y los profesores me veían como alguien que tenía problemas de aprendizaje, actitud poco participativa o simplemente un holgazán.
Pero un buen día comprendí algo primordial, que me hizo ver la luz al final de túnel. Comprendí que mis acosadores eran todos víctimas en sí. Estos acosadores tenían padres abusivos que frecuentemente los pegaban o, en el mejor de los casos, se despreocupaban completamente de ellos. Eran niños con falta de cariño y con una muy baja autoestima. Vivían una situación constante de falta de afecto y violencia en sus casas, y su única forma de autorealización era atacando a otros seres más débiles. Les comprendí, y llegaron a darme lástima. Yo podía ser víctima de abusos, pero sabía que tenía una familia que me amaba y me quería. Ellos no la tenían. Yo era el afortunado y ellos los pobres. También sabía que en algún momento en el futuro, los abusos terminarían, pero ellos en cambio seguirían sin tener el amor en el hogar. Sólo era cuestión de esperar.

También sabía que en algún momento de la vida yo tendría mis estudios, mi trabajo y mi propia familia. Ellos en cambio tendrían un futuro negro e incierto. No me equivoqué. El macho alfa que tenía grandes problemas cognitivos en la actualidad es casi analfabeto, trabaja (o trabajaba) de agente de seguridad de una discoteca (también conocido como "segurata" o más bien "matón de discoteca"). También formó parte durante un tiempo como miembro de una banda de radicales de un famoso club de fútbol. Ése es su mundo, un mundo de violencia sin sentido constante. No me extrañaría que un día acabara en la cárcel, si no ha estado ya anteriormente. ¿Quién es ahora la víctima?
El resto de acosadores (los machos beta) no han pasado de los estudios básicos y ahora viven en una situación incierta debido a la crisis económica. No tienen estudios, toda la vida han trabajado en puestos poco cualificados y en estos momentos tienen que vivir el día a día sin saber qué sucederá mañana. ¿Quién es ahora la víctima?
No he perdonado a mis acosadores ni lo haré en mi vida. Cada uno es responsable de sus actos y el hecho de que vivieran una situación complicada en su infancia no les justifica el camino que tomaron en sus vidas. Podían elegir otra senda como mucha otra gente que también ha tenido dificultades y ha superado sus problemas, sin recurrir a la violencia. Podían elegir pero no lo hicieron, eligieron el camino sencillo: el acoso a los débiles como vía de autorrealización.

No soy una persona religiosa, pero en mucha religiones asiáticas existe el concepto del Karma. Las buenas acciones se corresponden en buen Karma y felicidad en el futuro. Las malas acciones se corresponden en mal Karma y penurias en el futuro. En mi caso, el Karma puso las cosas en su sitio.

Mi mensaje que quiero dar, es que los acosadores son las primeras víctimas del proceso. Hemos de creer en nosotros mismos y ser conscientes de hacer las cosas correctas en todo momento. No nos hemos de rendir, hemos de ser fuertes ya que es sólo cuestión de tiempo que el acoso deje de afectarnos. Si es necesario cambiar de centro escolar, lo cambiamos y ya está. Las amistades van y vienen, son pasajeras. Los verdaderos amigos seguirán a nuestro lado aunque nos cambiemos de escuela o incluso de ciudad. El resto de compañeros, en la mayoría de los casos son simples compañeros de viaje a los que con el tiempo se olvidan: gente que si al cabo de los años los reencontramos, nos tomamos una cerveza juntos para recordar los viejos tiempos y nos volvemos a olvidar de ellos al instante. El resto de gente de clase, no merecen ni estar en la categoría de compañeros, por lo que no es una gran pérdida si nos cambiamos de escuela.

Hoy día el tema del acoso escolar es conocido y hay medios y recursos para ayudar a las víctimas. En muchos centros escolares existe la figura de un psicólogo y las administraciones públicas tiene agentes sociales que ofrecen su ayuda. En Internet también hay muchos recursos disponibles orientados al apoyo de las víctimas y éstas pueden compartir sus experiencias y consejos. Hace 25 años, esto no era posible. Teníamos la suerte que la difusión del acoso era reducida, pero teníamos la desventaja de que no habia recursos o métodos para solucionarlo. En la actualdiad, la difusión del acoso es mucho mayor, pero también se disponen de muchos más recursos, que hemos de intentar aprovechar al máximo.

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