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domingo, 14 de diciembre de 2014

3 días en París

Permitidme que me enorgullezca públicamente de mi hijo, Dionysis Kontarinis: Ahora es ya doctor en Informática y se lo merece! Para que quede constancia subo un pequeño vídeo con el anuncio de la decisión de los profesores que, tras su defensa, le concedieron el título "with honors":



Anécdotas del viaje: 

Ni mi marido ni yo sabemos francés y andábamos como dos paletos sin saber adónde dirigirnos cuando me encuentro con un antiguo alumno (mientras tanto felizmente casado y viajando con su mujer y sus dos preciosas niñas). Nos saluda cordialmente, nos da un plano de los transportes en París y un amigo suyo que viajaba con él nos acompaña hasta la estación del tren que habíamos de coger... Να είσαι καλά, ΜΙχάλη! Para que no digáis que no existe el ángel de la guarda!!!!
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Parece que es costumbre ofrecer un cocktail tras la defensa de una tesis doctoral. Encontré en Internet una empresa de catering que opera en París y es de un grecochipriota (quería darle un toque helénico, jeje...) pero como llegaba justo de víspera y no sabía si podría comprarlos en París (ni siquiera sabía el número de invitados ni conocía el lugar de celebración) tuve que llevar desde Atenas todos los vasos, platos y servilletas para la recepción. Uf! Este fue el resultado y espero haber dejado el pabellón en buen lugar...

Todos tenemos nuestras manías: A mí me alegró, casi tanto como el doctorado, que el sacerdote ortodoxo que dirige la residencia universitaria donde ha vivido mi hijo este último año en París me dijera que es un joven con un corazón de oro!!!


Foto de Maria Kallas sobre el piano que le perteneció y se encuentra en la residencia universitaria helénica de Chátenay-Malabry (París)

La maleta salió sin problemas. Al volver, en el aeropuerto CDG de París, un empleado nos sacó de la fila para embarcar diciendo que excedía un poco las medidas reglamentarias y teníamos que pagar 45 euros... Mi hijo Alex la golpea un par de veces con fuerza, rompe las ruedas y las quita, y la vuelve a meter donde las medían: "Ahora cabe!"... Creo que el franchute se quedó con los ojos a cuadros y nos deja pasar, y es que la maleta nos había costado mucho menos de lo que nos pedían!!!


No, no me he comprado ningun modelito de Dior en París pero me he traído queso, mostaza y fuagrás y, después de esta aventura, estoy de vuelta!